En las noches, después de las clases, fuimos a la taberna donde Bloch, junto con su esposa Karola y con todos sus estudiantes, solía continuar las discusiones. El rincón en donde estábamos sentados estuvo lleno de gruesas nubes de humo proviniendo de la pipa siempre encendida del filósofo de 78 años de edad, quien sabia y pacientemente escuchaba todas esas múltiples preguntas y observaciones de nosotros, los estudiantes.
Fue en este tiempo, que junto con una amiga, Irmgard Bolle, fundé el Comité de Defensa Neville Alexander para ayudar a los presos políticos de Sudáfrica. Cuando Bloch se enteró de esto a través de un periódico local, por primera vez se dirigió a mí directamente para pedirme que le explicara el sistema reinante del Apartheid en Sudáfrica. Desde entonces, aunque muy raramente hice alguna contribución en clase, existía entre nosotros esta afinidad silenciosa como de camaradas. El día que presenté un papel sobre la aserción de Marx – que no es suficiente que el pensar se aproxima a la realidad, sino que la realidad misma tiene que aproximarse al pensar – teníamos una discusión viva sobre la práxis y teoría revolucionaria. Bloch, que era el opuesto exacto de lo que se llama un “pensador de torre de marfil” siempre pidió información sobre los camaradas en Sudáfrica y contribuyó con frecuencia al financiamiento de los casos jurídicos, al igual que a un fondo cuyo propósito era mantener vivas las familias de los luchadores por la libertad sudafricanos, que solían pasar hambre.
¡Vaya, que llenas estaban sus clases y seminarios! Si uno quería verlo hablar, tenía que reservar su asiento dos horas antes, porque eran miles los que atendieron sus clases principales. Yo poseía una vieja grabadora y comencé a grabar sus clases, hecho, del cual Bloch estaba muy agradecido. Bloch pidió a Irmgard a transcribir los textos, los cuales más adelante, de forma revisados y corregidos se convirtieron en la famosa “Introducción de Tubinga”; también las clases sobre Schopenhauer.
Me hubiera gustado que Bloch fuera mi tutor para mi tesis de doctorado, pero debido a su edad y su estado de jubilado esto no fue posible. No había clase de Bloch a que yo no asistí, ni entrevista en la radio o televisión que yo no grabaría. Desafortunadamente, y debido a mi propia odisea alrededor del planeta todas mis grabaciones y notas se perdieron en el camino, incluyendo todos los libros con sus dedicaciones personales.
En 1966 salí de Tubinga para ir a estudiar en la Universidad de Francfort y asistir a las clases de Horkheimer, Adorno, Habermas y Fetscher, pero mi principal interés era seguir asistiendo a las charlas de Bloch a través de toda Alemania al igual que leer sus publicaciones. Cuando el gobierno alemán quería deportarme a la Sudáfrica fascista en 1972, Bloch era una de las numerosas figuras públicas en Alemania que firmó una carta de protesta contra esa medida.
En una carta de referencia del 5 de noviembre de 1974, para ayudarme en mi búsqueda de un cargo universitario, el profesor Ernst Bloch me dio la siguiente constancia:
“En 1962, Franz J.T. Lee vino de Sudáfrica como becario para estudiar ciencias políticas y filosofía en la Universidad de Tubinga. Hasta el semestre de verano de 1965 asistió en varios de mis seminarios principales en la materia de Filosofía, particularmente en Teoría Política.
A pesar del hecho de que como sudafricano, primero tenía que aprender el alemán al igual que familiarizarse con los procedimientos universitarios alemanes, adquirió un conocimiento bien fundado en el área de la filosofía política, la economía política y la historia dentro de poco tiempo, elaboró trabajos de seminario muy buenos y era un participante siempre comprometido con los debates.
Sus trabajos científicos reflejaron su apoyo decidido a los pueblos sin privilegios de todo el mundo, especialmente del ‘Tercer Mundo’.
La circunstancia particular de que Franz Lee haya llegado de la experiencia, es decir de la práctica a la teoría (como se puede ver en sus publicaciones más recientes ‘Sudáfrica en Vísperas de una Revolución Social?’ e ‘Inteligencia y Lucha de Clases’), y no al revés, resultó ser una gran ventaja a la hora de tratar problemas a través de las ciencias políticas y sociales. Lo que caracteriza su trabajo es que siempre considera la transformación de la teoría en la práctica, donde se supera la separación de ambos fenómenos.
Franz Lee es un científico crítico cuya carrera conozco desde hace una década. Puedo constar su calificación como politólogo y sus facultades pedagógicas para una posición de profesor universitario”.
(http://www.franz-lee.org/files/pandemonium01025.html)
Claro, que con esto me dieron un cargo en la Universidad de Guyana.
En 1977 escuché en la radio Deutsche Welle que Bloch, a la edad de 92 años, había fallecido tranquilamente en su silla, escuchando su sinfonía favorita, Fidelio. Nunca olvidaré lo que una vez dijo en una entrevista cuando lo preguntaron qué eran sus expectativas para el futuro. Contestó que esperaba, que su tabaco siga con el mismo sabor y que cuando le llegue la hora final ya era curioso de saber de lo que se trataba la Nada o la “Nadaeidad”.
El no podía saber que uno de sus humildes y tímidos estudiantes iba a investigar precisamente ésto – la propia Nada, la multifacética “Nadaeidad” en el Aquí y Ahora.
Testimonio 2: Jutta
Ernst Bloch fue el transhistórico compañero de camino el cual nunca tuve la suerte de conocer en persona. Sin embargo, en tiempos cuando Bloch, como un relámpago de verano, estaba hechizando a sus estudiantes en la Universidad de Tubinga con Franz escuchándolo entusiasmadamente, en ocasiones de visitas familiares yo solía pasar cerca del lugar en mi cochecito de bebé, en el que me estaban paseando por el Castillo de Tubinga, el viejo centro de la ciudad y el Jardín Botánico. Jugando nerviosamente con los dedos de mis pies percibí de alguna manera que desafortunadamente nací tarde como para haber podido presenciar conscientemente uno de los tiempo-espacios y espacio-tiempos más interesantes de Alemania.
Bloch, el pionero agudo y preciso del futuro quien sacudió las conciencias, ha hecho observaciones incisivas en las que me he reencontrado una y otra vez:
“Nos adentramos en la belleza de los árboles, las nubes y el cielo pintado por el atardecer al punto de sentir dolor, belleza ante la cual nos quedamos sin palabras y con una preocupación que casi nos llevó a la alucinación.” (1)
“Un ser humano, cuando camina, lleva consigo a sí mismo. Sin embargo, al mismo tiempo, sale de sí mismo, y se enriquece por el campo, el bosque, la montaña. Justamente así vuelve a aprender lo que literalmente significa perderse, lo que significa camino, y la casa que lo recibe al final del camino parece para nada una naturalidad sino algo alcanzado. … Caminar mal significa no cambiar como ser humano. Alguien así sólo cambia sus alrededores, más no a sí mismo en y con ellos. Mientras más hambriento sea un ser humano para determinarse a través de la experiencia, más profundamente y no sólo ampliamente será rectificado por la experiencia externa. …Y en la medida en que el caminante se renueva y se rectifica en cada etapa de su viaje, lo experimentado surge como la correspondiente contra-imagen, lejana o cercana, de su interior mediante una relación mutua entre sujeto-objeto.” (2)
No sólo caminé y cuestioné tantas veces, llevándome a mí misma conmigo, sino llevé a Bloch conmigo, pareciendo mi chaqueta de cuero una chaqueta anti-balas, llena de escritos de él. Por donde sea que anduve, estuve armado con Bloch – en el café, en la carretera, en el bosque. Para mí, Bloch no sólo era un escudo, sino medicina también: cuando me enfermé, Franz me leía de los escritos de Bloch y simplemente olvidé mis dolores. Hoy por hoy, en un mundo de oscuridad intelectual, desinformación y control mental, sigo pensando con Bloch y de Bloch como el remedio: “El arma humana es el cerebro”.
Testimonio 3: Hombre de Letras, Alfred Kantorowicz
“En Semana Santa pasé algunos días en la casa de los Bloch en Leipzig. Eso fue lo que necesitaba. Después de las conversaciones con Ernst uno siempre regresa a casa con un depósito de oxígeno, que le facilita respirar para un tiempo. Su vitalidad – es decir ambas: tanto su poderosa energía intelectual como su sorprendente robustez física – son fenomenales. Cuando la hora se acercaba a las dos de la madrugada, ya no logré seguirlo; sin embargo, Bloch siguió hasta las tres o cuatro, para después sentarse en su escritorio durante dos horas más; pero a las nueve de la mañana, cuando me levanté a desayunar completamente desgastado, con mi cerebro todavía trancado, Bloch estaba allí, fresco como una lechuga. El sucio de la vida diaria no lo afecta, él solamente lo atraviesa, sin voltear, sin darse cuenta”. (3)
Testimonio 4: Escritor alemán, Martin Walser
“En tiempos de menos importancia científica, donde no se hubiese requerido una filosofía para el desarrollo y la diseminación de una especie de esperanza tan ilimitada como esta, Bloch quizás se hubiese convertido en el fundador de una religión, o en un profeta, un apóstol o un revolucionario, pero en vez de esto y para impartirle a su esperanza escatológica algo como una medida terrestre y el hoy en día necesario carácter científico, se convirtió en marxista. Sin embargo, siguió siendo un profeta, aunque uno que habló con las lenguas de Marx y Engels: cantó furiosamente en contra del “gigantesco sueño de la ignorancia y la heterogeneidad ante las aguas tan poco navegables de nuestro mundo-en-proceso”. …Pero lo que lo lleva más allá del marxismo es su grito por el sujeto de la naturaleza, al cual lo quiere ver relacionado con el ser humano; hay que superar el punto de vista burgués de querer dominar a la naturaleza y hay que encontrar una natura naturata, hay que rescatar la materia creativa de la abstracción de las leyes relativizadas y liberarla para la co-productividad”. (4)
En la próxima Carta Filosófica y después de esos testimonios introductorios sobre los encuentros con Bloch, donde el observador astuto puede haber detectado algunas huellas transhistóricas con respecto a nuestras escrituras y manifestaciones filosóficas, comenzaré la elaboración del pensamiento principal de la filosofía de Bloch.
(1) Ernst Bloch, Spuren; Suhrkamp Taschenbuch Wissenschaft, Frankfurt am Main 1990, S.70, mi traducción.
(2) Ernst Bloch, Tübinger Einleitung in die Philosophie; Suhrkamp Taschenbuch Wissenschaft, Frankfurt am Main 1990, S. 49/50; mi traducción.
(3) De: Deutsches Tagebuch; München 1959; in: Silvia Markun, Ernst Bloch; Rowohlts Monographien, Reinbek / Hamburg, 1985, S.133, mi traducción.
(4) De: Süddeutsche Zeitung, 26./27. September, 1959; in: Silvia Markun, op.cit., S. 133/134, mi traducción. Articulo leido aproximadamente 1005 veces
www.aporrea.org/ideologia/a29706.html